Hace unos meses, por un problema de cuello-espalda, me vi obligado a cambiar mi modus operandi en el trabajo. Yo pensaba que mis dolores y pérdida de movilidad en el cuello eran producto de un movimiento forzado o algo así, como otras veces, pero el fisioterapeuta se empeñaba en que era producto de la tensión y la inmovilidad en la oficina.
La cosa no mejoraba solo con sus sesiones, así que tuve que hacerle caso esta vez.
Intenté levantarme más a menudo de mi puesto de trabajo y andar por ahí, pero no me pareció suficiente y decidí hacer un corte en la jornada y trabajar 50% oficina y 50% en casa. Esto hacía que me moviese más a mitad del día durante el viaje de vuelta a casa (tengo el privilegio de poder ir al trabajo andando) y también facilitaba que cambiase de silla / forma de sentarme. Además, en casa tengo replicado el puesto de trabajo (en la agencia nos movemos mucho en la nube) así que no notaba pérdida de productividad.
Todo mejoró bastante, ya que la clave está en que el cuerpo no permanezca mucho tiempo en la misma posición, para evitar anquilosarse. De esta manera podía estar revisando documentos en la mesa de la oficina, escribiendo en el despacho de casa, comiendo en mi propia cocina y leyendo informes tumbado en el sofá. Todo en el mismo día, con un corte por medio para andar hasta casa.
Además de una mejora física espectacular después de meses de sufrimiento, surgió un efecto colateral inesperado, como cuando Wilhelm Röntgen metió la mano de su mujer bajo los rayos catódicos.
La oficina no es siempre el lugar ideal para todo tipo de trabajos. Llamadas de teléfono, reuniones, ruidos, compañeros que hablan, llamadas a la puerta…
No es culpa de nadie en concreto, las oficinas son así.
La casa sin embargo es un remanso de paz, no solo por factores externos, sino internos. Algún tipo de chip cambia en tu cabeza y ya no sientes la necesidad de mirar los emails cada 15 minutos, ni pasar de una tarea a otra según van acudiendo a tu cabeza. Cuando estás aislado, ciertos pequeños problemas y dudas parecen resolverse solos.
Y entonces empieza la productividad con mayúsculas.
El entorno de tranquilidad y “focus” que se crea permite tener la mente más clara para, de inicio, saber priorizar mejor el trabajo que vas a hacer y completarlo más rápido. Las interrupciones rompen el ritmo de trabajo mucho más de lo que pensamos, incluso aunque sean de pocos segundos.
Por otro lado, el entorno libre de continuos estímulos propicia momentos para pensar de una manera global, a largo plazo, sobre planes futuros y direcciones a tomar dentro de la empresa, algo que es muy difícil conseguir metido en el día a día de la oficina (ojo, un lugar también necesario, por la energía y sentido de urgencia que imprime).
Se que soy un privilegiado y no todo el mundo puede permitirse un plan de trabajo diario que combine lugares físicos diferenciados y unas tareas apropiadas para cada uno de ellos. Aún así, en la medida de lo posible, si queréis tener una productividad con más sentido, intentad moveros más, cread espacios temporales de tranquilidad, debatidlo con los compañeros, “escapad” de vez en cuando y volved con más energía.
Os recomiendo esta charla de Jason Fried en TedTalks, que trata de estos mismos temas y seguro que muchos de vosotros os sentís reflejados. Van a ser 15 minutos muy bien aprovechados.